El experimentado político demócrata formulaba así un conocido axioma: que el éxito de un dirigente político está en gran medida atado a su capacidad para entender y persuadir a sus propios votantes. Y, ello implicaba, para el veterano legislador de Massachusetts, apelar a las preocupaciones más simples y concretas de la vida cotidiana de aquellos a los que un político representa o aspira a representar: esos temas más personales pesaban más que las grandes ideas y propuestas intangibles a la hora del voto.
Lo cierto es que, más allá de la vigencia de este principio general —siempre muy útil a la hora de pensar y posicionarse estratégicamente—, la propia realidad ha venido reforzando la importancia de los vínculos más estrechos que se vehiculizan en la política local.
“Hoy la política está, quizás paradójicamente, más cerca que nunca de la gente”.
Los seres humanos no solo somos animales sociales, sino también territoriales. Necesitamos, en alguna medida, dominar nuestra cercanía, nuestro espacio vital. Desde esta perspectiva, el espacio es parte constitutiva de nuestra propia identidad. Por ello, los municipios y gobiernos locales, desde la Grecia clásica, pasando por los momentos asamblearios de las revoluciones francesa y estadounidense, hasta llegar a la actualidad, siguen siendo las instituciones democráticas más identificadas con los ciudadanos y más cercanas al ideal democrático del autogobierno.
Se trata de un ámbito en el que, el contacto cara a cara entre los funcionarios y/o candidatos y los electores, no solo es posible y deseable, sino también imprescindible en términos de una estrategia de comunicación que aspire a ser exitosa. En tiempos donde el proceso de urbanización se acelera significativamente, y las nuevas tecnologías de la comunicación y la información han venido impactado fuertemente en todos los ámbitos, y donde la comunicación política moderna está por demás influenciada por ello, que lo local se jerarquiza y se resignifica al calor de un nuevo paradigma donde el flujo de comunicación deja de ser unilateral, y la interacción y la escucha se convierten en valores fundamentales. En otras palabras, candidatos y funcionarios locales deben desarrollar capacidades de diálogo (y escucha), además de construir relaciones de proximidad con los votantes y los ciudadanos.
Hoy, quizás más que nunca, comunicar es conversar. Y, como en el plano personal, toda conversación política fracasa si no se tiene la capacidad de escuchar al otro. Este es, sin duda, uno de los pilares de la comunicación política moderna, prerrequisito ineludible de la conversación tanto entre el candidato y votante, como entre el gobernante y el ciudadano. Un diálogo que en el plano local es más factible que en otros niveles de gobierno.
Desde esta perspectiva, hoy la política está, quizás paradójicamente, más cerca que nunca de la gente. En el caso de la política y las instituciones del gobierno local, no solo están más próximas a los ciudadanos, sino que también tienen un mayor impacto potencial en la calidad de vida cotidiana. Algo que en estos tiempos será muy valorado por ciudadanos cada vez más preocupados por sus realidades y entornos más inmediatos.
En este marco, la tradicional imagen del intendente o alcalde como simple administrador o gestor de los asuntos locales ha caído en una total y completa obsolescencia. Hoy en día, los gobiernos y los liderazgos locales no solo se ven enfrentados a nuevos retos y desafíos, sino que también son interpelados por una ciudadanía cada vez más exigente con sus representantes.
Una ciudadanía que espera líderes e instituciones locales más cercanas, presentes y creíbles, que puedan dar respuestas a sus anhelos, demandas y necesidades, al tiempo que mejoren su calidad de vida y aporten algo de certidumbre en estos tiempos tan cambiantes. Un estilo comunicacional que es, sin dudas, más cercano a la gente, más tangible, más directo, y en cuanto está orientado a ofrecer soluciones concretas a los problemas cotidianos es mucho más pragmático.
Es imprescindible que los dirigentes políticos y gobiernos locales conecten con los ciudadanos, los conmuevan y los movilicen emotivamente. Para ello, habrá que conocerlos y, sobre todo, escucharlos, prerrequisito ineludible para poder construir un relato que los enamore de su ciudad. Ello explica, en gran medida, por qué entendemos que la comunicación es hoy una de las herramientas centrales para la política local.
En la actualidad, se viene repitiendo hasta el hartazgo que gobernar es comunicar, y esto es particularmente cierto en el entorno de la política local, que demanda de líderes e instituciones capaces de desarrollar una escucha, interactuar con los ciudadanos-vecinos y, sobre todo, hacerlos parte de un proyecto de ciudad que los identifique.
Así las cosas, los gobiernos locales se enfrentan al desafío de las “Tres P”: “proximidad” para poder escuchar e implementar una comunicación de proximidad, basada en la cercanía y el vínculo directo con los vecinos; “proyecto” para comunicar una marca ciudad con una impronta propia que represente y movilice a todos; y “posicionamiento”, para mantener una coherencia entre lo que se dice y hace, y lo que perciben los ciudadanos.
En este contexto, la comunicación plantea nuevos desafíos a los liderazgos políticos locales no solo a la hora de satisfacer demandas ciudadanas que expresan niveles cada vez más altos de exigencia, sino también para enamorar y movilizar emocionalmente a los ciudadanos, forzando así a los gobernantes a legitimar sus proyectos e iniciativas, y a reafirmar sus respaldos electorales de forma constante.
“El contacto cara a cara entre los funcionarios y/o candidatos y los electores, no solo es posible y deseable, sino también imprescindible en términos de una estrategia de comunicación que aspire a ser exitosa”.
Aquella imagen del intendente cuya actividad se limita casi exclusivamente a arreglar veredas, mejorar la iluminación, garantizar la limpieza de las calles y la recolección de residuos, ya no resulta compatible con las nuevas expectativas y demandas ciudadanas.
De esta forma, uno de los principales retos que enfrentan los gobiernos y los líderes locales de hoy es construir un relato que identifique a la ciudad que gobiernan o que pretenden gobernar, y que se convierta en una marca pública que genere identificación y movilice emocionalmente a los ciudadanos, a la vez que coadyuve a la gobernabilidad y la construcción de consensos, no solo para la difícil tarea de gobernar en estos tiempos de incertidumbre permanente, sino también para poder gestionar con éxito las inevitables crisis.
Con la convicción de que los municipios y la política local son un laboratorio privilegiado no solo para la innovación en materia de comunicación política, sino para la recuperación de la política en tanto herramienta de transformación, los gobiernos y liderazgos locales enfrentan así un desafiante camino.
Teniendo siempre en cuenta que no existe una única manera de llevar adelante una comunicación política exitosa y que no alcanza con la repetición de un pretendido modelo ganador, estamos convencidos de que la política y los gobiernos locales serán los encargados de abrir el camino para asumir los desafíos de un futuro que se presenta plagado de incertidumbres.
Los ciudadanos y votantes estarán —quizás más que nunca—, pensando en su entorno inmediato: es hora entonces de hablarles de lo que realmente les importa.
“Candidatos y funcionarios locales deben desarrollar capacidades de diálogo (y escucha), además de construir relaciones de proximidad con los votantes y los ciudadanos”.
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